Miércoles, 22 Junio 2016 00:00

Convivencia Catequesis de Confirmación

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Hoy, a 15 de abril de 2016, podría decir que estoy emocionada, pero sobre todo agradecida. Agradecida por toda la paciencia de nuestros catequistas hacia nosotros, por todos los momentos especiales que hemos compartido y por esos días que aunque no nos apetecía dar catequesis debido al cansancio de toda la semana o a la tristeza, sacábamos fuerzas y seguíamos adelante. ¡Gracias a todos!

Tras tres años de buenos ratos, de risas, de comidas con los amigos, de experiencias personales narradas por nuestros catequistas, de cambios de grupo y de aprendizaje, ha llegado el fin de nuestra etapa como niños en la Iglesia; el día 23 de abril nos confirmaremos y seremos adultos en la fe.

 

Después de disfrutar de convivencias y de estar a punto de acabar nuestra catequesis, no podíamos haber terminado de otra forma. El sábado, día 9 de abril fue nuestra última convivencia, y estoy convencida de que siempre la recordaremos con gran alegría e ilusión. 

 

Lo pasamos muy bien, ya que hicimos diferentes actividades que, de una manera u otra, nos llevaban hasta el sacramento que el día 23 recibiremos. Fue muy importante, ya que fue un gran resumen de estos años. Aprendimos más cosas sobre los sacramentos en general, como que venían de la sangre y el agua que Jesús derramó por su costado al morir, o cada uno de los diferentes óleos que se usan en ellos. 

 

Y esa convivencia, La Convivencia, fue tal que así...

 

Habíamos quedado a las nueve menos cuarto de la mañana en los Escolapios. Cuando llegué, y vi a mis compañeros muertos de sueño, con ojeras, despeinados, pero a pesar de todo habladores, no pude evitar que se escapara una tímida sonrisa. ¡ Cómo iba a echar de menos eso!

 

Nuestros catequistas también estaban allí, esperando a que todos estuviésemos para empezar el día. Cogimos un autobús dirección Monachil. Allí, nos dirigimos hasta un monasterio que estaba habitado por una comunidad y los estudiantes de Agustinos Recoletos. Era bastante grande, aunque acogedor. Los estudiantes nos dejaron usar una sala en la que dejamos chaquetas y mochilas y esperamos a que el Padre David viniera. Él fue el culpable de que estuviera todo el día haciendo la misma pregunta: "¿Esto para qué es? Y es que, poco después de que llegara, nos repartió una extraña y curiosa pulsera que, según decía, tenía un significado especial. Más tarde nos lo diría.

 

Por la mañana hicimos diferentes juegos que nos unían y nos hacían ver la grandeza de Jesucristo, Nuestro Salvador. En ellos, llevamos a cabo grandes obras de arte con tan sólo un trazo, reconocimos qué era lo que nos alejaba de Dios, observamos la luz que se siente al ser cristiano y llegamos al fondo de nuestro corazón, pensando qué era para nosotros un bocadillo y relacionándolo con la Iglesia. Llegamos a una conclusión: el bocadillo es el alimento que nos hace crecer y estar sanos y con energía. Así, el bocadillo es para nosotros lo mismo que la eucaristía, ya que esta es la encargada de alimentar nuestra alma y hacernos crecer en la fe. 

 

Tras una entretenida mañana, salimos fuera del edificio y estuvimos comiendo todos juntos. Una vez más, no faltaron risas, unión y alegría.

 

Allí, en aquel espacio en el que el único sonido era el canto de los pájaros y nuestras voces, el sol y ese calorcito; empecé a hacer un recuento de todos los momentos que habíamos pasado en esos tres años: la Luz de Belén, la convivencia a la playa, las convivencias en el cole... Gracias a estos tres años, (yo diría que los mejores de mi vida) pensé, me he dado cuenta  de que personas con las que antes me saludaba y poco más, ahora las considero importantísimas e incluso imprescindibles. Y es que la catequesis no es sólo ese rato en el que hablamos de Jesús con nuestros catequistas y leemos el libro; para mí, la catequesis es todo aquel momento en el que  nos portamos y cumplimos aquello que nos mandó: Amarnos y respetarnos los unos a los otros. ¡Qué tres años más bien empleados!, pensé.

 

Después de comer y de pasar un rato jugando al Psiquiatra, algunos consiguieron un balón de fútbol y se dispusieron a jugar con uno de los estudiantes de allí, otros nos quedamos descansando a la sombra. 

 

A las cuatro y media, volvimos a dentro, para hacer una síntesis y despedirnos rezando. Y entonces el Padre David reveló la respuesta a mi pregunta: "Esa pulsera que os he dado al llegar, es muy especial. A menudo vivimos con cosas que nos atan y que nos nos dejan ser libres, como el odio o la mentira. Cuando la arandela la atamos a una cuerda, es difícil que estas se separen; es necesario que alguien corte esa cuerda, ¿no? Pues chicos, en este caso, Dios es esas tijeras que se encargan de cortar la cuerda que nos une a todo lo que nos aleja de Él."

 

Entonces, me hice una promesa. Me prometí a mí misma que no me quitaría esa pulsera al menos hasta el día de mi confirmación, para que, cada vez que la viera, me acordara del amor que Dios tiene hacia cada uno de nosotros y que tenemos que dar también  a los demás como cristianos, no separándome así de Él.

 

Poco más tarde salimos de aquel lugar, aquel monasterio que siempre recordaré con gran cariño.

 

Cogimos nuestro autobús y volvimos a los Escolapios de nuevo, donde dimos por terminada nuestra última convivencia de catequesis de confirmación. 

 

Nos despedimos, y nos fuimos, con grandes sonrisas; cada uno hacia partes diferentes.

Esther Pastor  Hazañas

1º Bachillerato A