PROKARDE es una ONG que la Congregación de Carmelitas Misioneras puso en marcha en el año 1996, con el fin de dar soporte jurídico a toda la labor de solidaridad, que las hermanas y laicos realizamos en España a favor de los proyectos de misión en países del tercer mundo.
PROKARDE nace en Vitoria en 1996, en sus primeros años el ámbito de actuación se limita al País Vasco; en el año 2003 se inscribe en el registro nacional de Asociaciones, pasando a ser de ámbito nacional. Y en el año 2004 nos inscribimos en la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI)
PROKARDE va creciendo y en el año 2007 son inscritas en el Ministerio del Interior cinco Delegaciones: Andalucía, Castilla y León, Cataluña, Madrid y Navarra. Esto significa ampliar el espacio de gestión en los ámbitos autonómicos.
A lo largo de estos 12 años, los fondos de PROKARDE se han destinado íntegramente a subvencionar proyectos de desarrollo, a favor de los más pobres y excluidos. Pretendemos que los proyectos sean una ayuda, para que las personas superen la precaria situación de marginalidad en la que se encuentran, promuevan su dignidad, y sean ellos mismos agentes de cambio en su entorno.
Francisco Palau nació en Aytona (Lérida) en 1811. Ingresó en el Carmelo Descalzo y allí hizo suya la espiritualidad carmelitana que nos ha transmitido.
Su vida fue todo menos tranquila: conoció el exilio, el destierro y la cárcel, además de ser un infatigable viajero llevado por el entusiasmo evangelizador.
Hombre de gran inquietud interior y apasionado sin medida, se sentía impulsado a encontrar de un modo más intenso y personal el amor de su vida. Tras largos años de búsqueda espiritual lo encontró y su experiencia de Dios quedó concentrada en el Cristo Total, Cristo unido por el amor a su Cuerpo, a la humanidad entera. Eso es lo que hoy llamamos "Iglesia como misterio de comunión".
Esta vivencia arraigó en su corazón y marcó su vida con un profundo espíritu contemplativo y, al mismo tiempo, un excepcional impulso misionero. Donde se encontrara una persona necesitada, allí descubría Francisco a Cristo esperando su mano. Donde se hiciera silencio de adoración y alabanza a Dios, allí descubría a la humanidad entera con sus alegrías y con sus sufrimientos. Imposible abarcar un amor tan grande, pero maravilloso dejarse abrazar por él y continuar anunciándolo hoy. Esa es nuestra razón de ser.
Fue beatificado por el Papa San Juan Pablo II el 24 de abril de 1988.
La Congregación de las Carmelitas Misioneras fue fundada por el Padre Francisco Palau y Quer, carmelita descalzo, en 1860 en Ciudadela (Menorca). El Beato Francisco Palau fue expulsado violentamente del convento de Barcelona, junto con todos los demás religiosos, por los revolucionarios el 25 de julio de 1835. Él no pudo volver a la vida claustral porque estaba suprimida por el Gobierno, pero continuó manteniéndose fiel a su vocación religiosa carmelitana. Fue voluntad expresa suya el injertar su Familia en el tronco secular del Carmelo Teresiano.
Las distintas comunidades se han ido estableciendo por el impulso y dinamismo misionero de la Congregación, y las peticiones y ofrecimientos de Obispos, Padres Carmelitas Descalzos, diversas Congregaciones Religiosas y otras entidades civiles. En la actualidad son 250 comunidades presentes en 39 naciones, agrupadas en 7 Provincias, 2 Viceprovincias, 4 Delegaciones Generales, y cuatro Comunidades dependientes del Consejo General.
Las Carmelitas Misioneras queremos ser en el mundo presencia viva de Jesucristo, a través de nuestra identidad de orantes, fraternas y misioneras:
En la Iglesia, la carmelita misionera tiene una función primordial: ser signo visible, expresión profética de la comunión con Dios y con los hermanos, que toda la Iglesia está llamada a vivir y a la que tiende como a su meta final. Su presencia y misión dentro del Cuerpo Místico de Cristo, se caracteriza por ser signo auténtico de comunión.
Las Carmelitas Misioneras somos mujeres que hemos comprometido toda nuestra vida con Cristo y con la humanidad, viviendo el estilo que nos transmitió Francisco Palau. Como él, sentimos en nuestro interior la tensión entre dos pasiones: el amor a Dios y el amor a todos los hombres y mujeres de nuestro mundo. Por eso hay dos palabras clave para nosotras: contemplación y misión; y un lugar para armonizarlas: la Iglesia, Cuerpo de Cristo, que es Jesús Resucitado abrazando a toda la humanidad y todo el universo.
En nuestra misión lo importante es plasmar en todo lo que hacemos el sentido de nuestra vida. Por eso, sean cuales sean las tareas que realizamos, las hacemos como servicio a Cristo, a quien encontramos allí donde alguien necesite una mano hermana.
Lo podemos resumir en dos palabras: vivimos para construir Iglesia en comunión.